miércoles, 29 de julio de 2009
A los 77 años, el 29 de julio de 1983, falleció en Barcelona, España, el delantero Manuel Nolo Ferreira, quién jugó en Estudiantes de La Plata, River Plate y vistió la camiseta de la Selección argentina.
Apodado el Piloto Olímpico porque desde su puesto de capitán y entrenador del equipo albiceleste en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, dirigía los partidos como si fuesen lecciones de vuelo sobre el césped. En esa competencia obtuvo la medalla de plata. También fue segundo en la primera edición de la Copa del Mundo de 1930 en Uruguay, y ganó la Copa América de Perú 1927 y Argentina 1929.
El Nolo, como también le decían por Manolo, nació el 22 de octubre de 1905 en Trenque Lauquen. Como jugador debutó en Estudiantes, club en el que jugó desde 1931 a 1933, pasó por River Plate de 1933 a 1934 y volvió al Pincharrata, dónde jugó hasta 1936, año en que se retiró por una lesión en sus meniscos. Allí, en el club platense, formó parte de la recordada delantera de Los Profesores, en la que fue el cerebro del equipo. El formidable quinteto se juntó en 1930 y estaba integrado, además de Ferreira, por Miguel Ángel Lauri (apodado Flecha de Oro), Alejandro Scopelli (el Conejo), Alberto Zozaya (Don Padilla) y Enrique Guaita (el Indio). A pesar de que no pudieron consagrarse campeones, cada actuación de esa delantera era una clase de cómo jugar al fútbol, una cátedra, de allí el apodo. En el último torneo amateur fueron subcampeones y en el primero profesional salieron terceros, detrás de Boca Juniors y San Lorenzo. En ese 1931 tuvo la delantera más goleadora, con 104 tantos. En 1932 finalizó sexto, con un gol menos que River, que fue el campeón. En el club de La Plata, Ferreira jugó 90 partidos y convirtió 26 goles.
Retirado ya del fútbol, fue un reconocido escribano, profesión que ejerció hasta jubilarse. También mantuvo sus lazos deportivos y fue dirigente, técnico y periodista. En esta última labor a la que se dedicó fue enviado de Clarín al Mundial de 1954.
En los últimos años, antes de viajar a Barcelona a visitar a sus hijos, permaneció en su quinta de Gonnet gozando de la intimidad de su familia y sólo abandonaba su refugio cuando llegaba a La Plata su gran amigo Scopelli que lo llevaba a reunirse con Lauri, Sbarra y Abadie, entre otros.
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