El debut del Diez con la “16”

martes, 20 de octubre de 2009

Con la camiseta roja con una banda blanca número 16 de Argentinos Juniors adentro del pantalón, unos botines negros con tres rayitas, las medias dobladas a la altura de las canilleras y los rulos al viento que pasaban la nuca, debutaba Diego Maradona en Primera División, el 20 de octubre de 1976.
En la tarde soleada, primaveral, en Juan Agustín García y Boyacá (actual estadio Diego Armando Maradona), el equipo local recibía a Talleres de Córdoba. 7737 entradas fueron vendidas según datos oficiales, y no más, porque después todos dicen haber presenciado el nacimiento del astro del fútbol argentino. La televisión blanco y negro de ese entonces no transmitía el partido, y la última dictadura militar más sangrienta de la historia, que había nacido el mismo año, observaba de costado el acontecimiento.
El árbitro Roberto Maino daba el pitazo inicial y Diego estaba sentado en el banco de suplentes. El poderoso Talleres, de Luis Galván, Miguel Angel Oviedo, José Valencia y “el Hacha” Luis Ludueña, entre otros, llegaba con aspiraciones de lograr el campeonato, y se puso en ventaja a los 27 minutos de juego: luego de un desborde, Bocanelli tiró el centro atrás que Ludueña empujó a la red. Ese 1 a 0 parcial se convertirá en definitivo, pero el recuerdo de aquel partido recae en lo producido en la segunda parte del encuentro.
"Vaya, Diego, juegue como usted sabe. Y si puede, tire un caño", le ordenó el técnico Juan Carlos Montes, que en el vestuario había decidido sacar a Rubén Giacobetti para el ingreso del Pelusa. “Me reemplazo el mejor jugador del mundo. En aquel momento me dio muchísima bronca, pero hoy digo por suerte me tocó a mí”, recuerda el volante titular sustituido.
Si bien no consiguió cambiar el rumbo del partido y Argentinos se fue derrotado, el Cebollita deleitó con sus exquisiteces. En primer lugar, un caño, que actualmente no se tiene certeza si fue la primer pelota que tocó o no, pero lo que si está corroborado es que algunos dichosos ojos lo pudieron observar. “Maradona recibió de espaldas y cuando se dio vuelta me lo tiró. Traté de pararlo con mis brazos pero no pude”, cuenta Juan Cabrera, el volante de Talleres víctima de la magia de Diego. Luego, estrelló un remate en el travesaño al borde del área grande.
Finalizado el match, el pibe de Villa Fiorito atendía a la prensa y tiraba: “Dentro de diez días, el 30, cumplo 16 años”, haciendo alusión a que el sueño de la Primera se le había dado con 15 años, 11 meses y 20 días; y agregó: “Los nervios se me pasaron rápido, apenas entré en juego”. Después, se lamentaría haber perdido y se retiró del estadio camino a su nuevo departamento en Argerich 2746, Villa del Parque, que se lo habían alquilado unos días antes.
El periodista Héctor Onesime, de El Gráfico, calificó con 7 puntos a Maradona, igual que a la figura del partido Di Donato, y escribía: “Argentinos quedó sepultado en su incapacidad ofensiva. Ni siquiera la inclusión del sorprendente, habilidoso e inteligente ex cebollita alcanzó para resolver el problema”.
Hay dos antecedentes que subrayan que este suceso se podría haber producido antes. La oportunidad la había tenido el 14 de agosto de 1975, tras una huelga de futbolistas, Argentinos disputó un encuentro con juveniles frente a River, que se consagraba después de 18 años. Allí a Maradona, con 14 años, no había sido convocado. Fue alcanzapelotas y se dio el lujo de hacer jueguitos en el entretiempo. El entrenador Francisco Campana, a quien le habían sugerido poner al crack, no lo quiso quemar. Más tarde, Montes tenía pensado incluir a Diego al principio del torneo Nacional ´76, pero arrastraba una sanción, porque al final del campeonato de Séptima División fue expulsado por discutir un fallo arbitral y el debut debió seguir esperando.
Con el paso del tiempo, en la vida de Maradona vendrán Boca, Napoli y Barcelona, entre otros, sumado a “la Mano de Dios” y “el Barrilete Cósmico”, pero eso ya es otra historia para escribir en un libro, como lo hizo en “Yo soy el Diego”; además de narrar que el sueño al que aspiraba desde niño estaba cumplido, “Jugar un Mundial y ser campeón del mundo”.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez escuché a Diego decir en un programa de televisión, que ese miércoles 20/10/1976 él salió de su casa de Fiorito vestido con su único pantalón que tenía, un pantalón de corderoi marrón, doña Tota le deseo suerte y Don Diego le prometió (y cumplió) que pediría permiso en el trabajo para ir a verlo (el partido era a la tarde). Luego del partido, Diego volvió a su casa de Fiorito también en colectivo (el 44 hasta Pompeya y el 28 -el verde- hasta La Noria, como siempre). Siguiendo esta verdad, el Goyo Carrizo ratifica que a los 10 días del debut, el sábado 30/10, Diego en su cumpleaños 16, recibe al Goyo y su Papá (gracias a ellos fue a Argentinos) en su casa de Fiorito, quienes le llevaban un longplay de regalo por el debut y el cumple. A rato cae a la casa de Fiorito el presidente de Argentinos con un presente, era una cajita poco más grande que una cájara de fósforos chiquita. Diego le dice a su entrañable amigo y a quien en parte le debía su camino en el fútbol: "abrila vos, debe ser la llave de un auto", Goyo la abre y efectivamente era una llave, pero de una casa. La casa era el PH -al fondo- de Argerich 2746. Al otro día, el Goyo veía como con un rastrojero los Maradona se llevaban lo poco que tenían, y nunca más volvería a ver a uno de ellos por Fiorito. Es más, a Diego sólo lo vería 21 años después, gracias a Mauro Viale que los juntó en uno de sus programas. El Goyo, tal vez nunca recibió de Diego lo que se merecía, al menos unos pocos mangos para poder salir de Fiorito, lugar de donde nunca puso salir. Yo soy de los que creen que el éxito de Maradona no era inexorable, tal vez si no hubiera caído en las manos del Maestro Cornejo (gracias al Goyo) nunca hubiera llegado a ser lo que fue, tal vez en otro club, una lesión lo hubiera dejado fuera de carrera (recordemos que las curaciones no eran igual que ahora), tal como le pasó al Goyo. Y ni que hablar si hubiera ido a River, Boca o al Independiente de Grondona (en esa época), los acomodos y desplantes a los pibitos pobres tal vez lo cansaban y terminaba como uno de esos tantos malavaristas eternos. Diego tuvo suerte, mucha suerte, más allá del toque divino para jugar al fútbol suerte que siempre se necesita. Creo que el Goyo le dió el mapa del tesoro, llevándolo a una escuela única como eran los cebollitas, cosa que creo que Diego nunca se detuvo a pensar. Gracias Goyo!!!, yo de mi humildísimo lugar te lo digo, sin tu ayuda los Maradona tal vez serían todavía tus vecinos, aunque nadie lo haya analizado como yo. ¿Con lo que la vida te demostró hoy lo volverías a llevar a los Cebollitas?, ¿O mejor sería tenerlo a Diego de amigo enseñándole a los pibes del barrio a patear tiros libres en las canchitas de Fiorito?. Tal vez lees esto y me contestás. GRACIAS. Alejandro

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